L'Antre de Bloodwitch

"La Sombra del recuerdo", de Bloodwitch Luz Oscuria

Las cosas han cambiado desde el 2015 al 2018. En el primer año, me mudé a Toulouse y hallé mi primer trabajo en una imprenta a cargo de una mujer diez años menor que yo: Stephanie. Conseguí una fuente de ingresos, pero, ante todo, me encontré con un amor que creí sincero. De cualquier manera, lo fue por mi parte; por la de Stephanie, no lo creo.

Después de tres años que compartimos, pues ella vivía encima de mi mugriento estudio, prefirió a un hombre más joven. —Debería haber sabido que no funcionaría, no con una diferencia de años tan marcada. Aparte de esto, creo haberme cruzado ya, parejas que difieren bastante en cuanto a edad, y no noté infelicidad en ellas. Observé que tenían todo lo apasionante y hermoso que la vida puede ofrecer.

Quizá la vida me ha negado tal oportunidad. Stephanie me abandonó. Poco tiempo después, dejó también su apartamento para mudarse con su novio, y no he tenido más noticias de ella. Tal decepción me obligó a renunciar a mi trabajo, no me dio muchas opciones —¡Vaya estupidez! Me gustaba ese trabajo. Especialmente, amaba la amistad de Louis. Incluso, las lágrimas se asomaron a mis ojos cuando nos despedimos en mi último día. Igualmente me fue difícil, pues él era mi soporte de algún modo. A veces era un poco bruto, pero era un hombre bueno, que llevaba su corazón en sus manos. Y, si a alguien lamento haber perdido en esa empresa, es a ese hombre.

¡Ah, Stephanie! ¡Pequeño pedazo de mujer que me asombró cuando la vi por primera vez! No hallaré nunca las palabras correctas para los buenos y bellos momentos que vivimos; antes de que la vida le pusiera a aquel joven que logró dejarme fuera de tu corazón. El olvido no tocará la memoria de aquella velada en que teníamos que celebrar su cumpleaños de una manera más o menos digna, misma noche en que le sorprendió mi conversación con Mylène, en la que le contaba mi mortal sueño de la noche anterior. Y cambió en absoluto.

Las lágrimas afloraban en sus luceros apenas se habías lanzado a mis brazos. Y encontré tan dulce eso, pues me di cuenta que se sentía mal por haber estado espiando mi conversación. Nos habíamos quedado así un momento, abrazaba mi cuello y yo no sabía qué decirle, ni mucho menos, qué hacer. Y luego de una eternidad así, me miró con el alma y me preguntó por mis pesares. No sabía si responderle. No me molestaba que supiera mis penas en ese momento, mas, eso significaba también hablarle de mi pasado, algo de lo que había tenido sumo cuidado, ya que siempre intenté que supiera lo menos de mí.

Mas ella, sabía que la mayor parte de mi pasado había volado, producto de una agresión que sufrí. Sin embargo, jamás pude contarle todo lo que había aprendido desde ese pasado difuminado en el olvido. Aun había guardado el contenido de las pesadillas que me permitían desentrañar las cosas que, poco a poco, se me presentaban.

Pero esa vez, rompió toda resistencia en mí. De cualquier modo, si quería algo con ella, tenía que decirle lo que escondía: esos agobios que me atormentaban, esos que Mylène y mi madre me había pedido repetidas veces que ignorara, y que pensara en seguir en lugar de regresar mi mirada atrás.

Y así, esa noche nos sentamos en su sofá y solté todo lo que recordaba haber vivido. Conoció la gran cicatriz que dejó la tragedia en mi vientre. Estaba alterada, tanto que había pasado encima sus dedos, examinando con atención de un extremo a otro, antes de preguntarme ella si aún sentía yo algo en ese momento.

Sonreí y le dije que no sentía ya nada. Y desde allí, dejé de entender cómo la situación perdió el control. Aquel fue el comienzo de una pequeña, pero no por ello, preciosa historia que duró tres años. Tres años llenos de eventos, buenos en gran parte, pero arrastrando siempre la desgracia.

"La Sombra del recuerdo", de Bloodwitch Luz Oscuria

Como esperaba: el estado del hotel es deplorable. Los rechinos de las tantas escaleras desesperan, se mueven al mínimo paso que doy, y he creído pasar varias veces por ellas antes de llegar a mi pieza. Afortunadamente para mí, consigo entrar sano y salvo. No obstante, cuando pensé que aquel sería el último de mis infortunios para esta noche, me hallo con que la llave no funciona en la cerradura. Así que me preparo para bajar y pedir algo de ayuda.

El encargado está siempre detrás del mostrador, ocupado batallando con un bolígrafo que parece haber cumplido ya, su vida útil. Y en el momento de ira en que lo entiende, lo estrella contra el muro de enfrente. Entro yo, y casi me asesta una astilla de eso que fue bolígrafo, en el ojo. Pero aquel hombre no tiene intenciones de disculparse, esta casa no parece de ese tipo. Me infundo coraje diciéndome que podré contarle el problema con la cerradura y entonces por fin, me encerraré con seguridad en aquella habitación que no tengo para nada prisa de descubrir.

Mientras, veo en mi móvil que Mylène me envió el cambio efectivo de mi boleto de regreso que se supone debería haber usado esta noche. Me ha instado a no regresar a casa a partir de hoy, para poder tomar algo de tiempo mañana en la mañana para conocer el lugar antes de volver a mi tren a eso de las trece horas. En efecto, es una buena idea, tanto así que la considero interesante después de haber podido finalmente entrar a mi habitación luego que el propietario consiguiera abrir mi puerta. Caigo rendido en la cama, cuyo aseo de las sábanas me hace confundir el gris con el blanco.

En cuanto a mi cena, me tomé la molestia de ir al supermercado antes de que cerrara, para comprar una ensalada ya preparada —no es gran cosa, pero se está tornando costumbre—. Me atrevo a abrir mi bolso que había dejado al lado mío para ver mis correos en mi móvil y recupero el dichoso plato. No posee muy buen sabor, debo admitir que prefiero el casero, pero no por ello lo rechazo, debo adaptarme —al fin y al cabo, es sólo una comida—. Mañana a mediodía, de seguro pasaré a comer en uno de esos bares pequeños —creo que será mejor.

He terminado mi cena y ya acostado en la cama, soy tomado presa del insomnio. No hay persianas en la ventana y el recinto es ruidoso. Aparte de esto, las corrientes de viento que pasan por debajo de la puerta me roban el calor. Realmente este lugar no puede ser nombrado con el adjetivo «ideal». Pero lo imaginaba ya desde que vi al propietario —este lugar está bien a sus ojos.

Helado, desagradable, desprovisto de comodidad alguna. Y para decorar mi pena, tengo la impresión de que los vecinos de arriba se han olvidado que no están solos acá. Y veo consternado sus veladas.

Los pensamientos invaden mi cabeza: estaba en una relación antes de mi tragedia. Desde entonces, no he tenido ocasión de estar lo suficientemente cerca de una mujer para recordar tal sentimiento. A la vista de los ruidos que escucho, debe ser agradable. Pero desearía prescindir de ellos. Decido dar la espalda a la ventana, por la que la luna me apuñala con su luz e intento dormirme pese a los pequeños gritos y chirridos de la cama de arriba.

A la mañana siguiente, todavía son aquellas exclamaciones las que me hacen levantarme y yo por mi parte he lidiado tremendamente tratando de encontrar a Morfeo. El reloj marca apenas las siete, el día ya está aquí, pero yo estoy extraviado en el anhelo de dormir. Percibo que las voces de hoy no son las mismas que las que escuché anoche. Pareciera que los vecinos de arriba han optado por expandir su escena doméstica a cualquiera que desee escucharla.

En el momento de dejar este lugar y posterior a un rápido paso por el cuarto de baño, cuyo aseo es tan decepcionante como el de las sábanas en que dormí, porque no pude decidir si dormir debajo de ellas; me cruzo con una pareja en las escaleras. A la voz del hombre que gruñe siempre que puede, reconozco la de mis queridos vecinos. Y me dirijo a ellos con un saludo cortés, ante lo cual, hacen cada uno lo mismo.

"La Sombra del recuerdo", de Bloodwitch Luz Oscuria

—¡Está despertando!

Escucho que exclama una voz femenina. ¿A quién pertenece? No me suena conocida. ¿Dónde me encuentro? Apenas he abierto mis ojos y una luz refulge tanto que me ciega. Creo que escucho cómo alguien corre a toda prisa —pareciera que huye—. Estoy desconcertado, no puedo llegar a saberlo a ciencia cierta con esta hesitación.

Creo atisbar lo que parece ser una luz proveniente del tejado que alumbra mi cabeza, luz parecida a la de los hospitales. Me ciega. Desvío mi mirada con mis ojos apenas abiertos hace unos momentos, para mirar qué hay a mi derredor.

Me hallo tumbado en una cama ajena a mis memorias, una litera de hospital revestida de una sábana que cubre mi cuerpo. Observo cómo mis dedos se mueven al otro lado de la cama. —Es buen presagio, supongo—. Hago un intento de llevarme mi mano derecha al rostro. Al término de unos segundos, observo mis dedos y están todavía adormecidos como para poder moverme con normalidad.

A mi lado derecho hay una pequeña cómoda sobre la que se encuentra un teléfono fijo rojo, cuyo auricular está unido a su base por un cable hecho nudos. También veo un vaso de agua vacío, a su lado descansa un libro abierto aparentemente por casualidad, con un separador en él. Miro arriba, hay una gran ventana de doble vitrina cerrada. En el exterior, el astro rey me obsequia sus rayos de luz. Hace buen tiempo.

Contemplo a mi izquierda un enorme guardarropa de color ocre claro, que vuelve inanes mis intentos por examinar qué hay después. —¿Será la puerta de esta habitación en la que me he despertado solo y aturdido? —. Pero escuché claramente una voz. Sin embargo, la persona que ha hablado debe ser aquella que se ha ido súbitamente.

Escucho palabras que llegan como vendaval a mis oídos, advierto que alguien se acerca. En efecto: pasados unos segundos tenía a dos individuos en frente mío —aún yacía yo en la litera—. Sus rostros son extraños a mis recuerdos, no los reconozco, tampoco puedo discernir correctamente si son hombres o mujeres —la niebla aún persiste en mi vista a causa de mi reciente despertar.

—Es vital no precipitarlo.

El sonido de esas palabras pertenece a una mujer. El tono con el que las acaba de pronunciar me permite suponer que no es tan joven. Posee unos cincuenta, quizá. La figuro pequeña, de tez morena, lleva su pelo recogido en un moño —no tengo dudas de ello—. Aquella figura coincide con una enfermera, mas no debería llevar el pelo suelto sobre sus hombros. —No está permitido en esa clase de oficios—. Es menester que sea capaz de descubrirla para hacerme una idea más clara sobre su parecido.

—He venido a avisarles que ha comenzado a moverse.

Acto seguido aparece otra —quizá también— enfermera más joven. A diferencia de la anterior, esta me parece alta y rubia más bien, contrastando con su interlocutora. No coincide con una enfermera: el tono de voz con el que acaba de hablar denota un pánico sin precedente. Se podría afirmar que pareciera que ha visto un espíritu o fantasma —¿Seré yo, acaso, ese fantasma? — en el momento que pronuncia la siguiente nimia y pequeña frase:

—Dejémoslo recuperar sus fuerzas. Pero no olviden que habrá que ir con calma.

La primera mujer acaba de hablar. Sí, es de una edad avanzada, no me quedan dudas de ello. Su voz suena desgastada por el peso de la edad. Debe haber pasado años fumando para que sus cuerdas vocales estén consumidas de tal manera —una lástima para una enfermera—. Carece de cierta verdad lo que se prevé cuando un hombre idea a aquella que atiende de él en su habitación, que descansa en su lecho para prodigarle los cuidados, aún más cuando poseen afinidades. ¿Y qué con él? Soy un hombre, comprendo bien de lo que hablo.

"Shadow of Remembrance", by Bloodwitch Luz Oscuria

Things changed a lot between 2015 and 2018. In 2015, I moved to Toulouse, and I found my first job in a printing house run by a young woman who was ten years younger than me, Stéphanie. There, I got a financial foundation, but most of all, I met a love that I thought was genuine. Anyway, for my part, he was. Stephanie was not.

After almost 3 years of living together as she lived above my dingy little studio, she left me for a younger man. I should have known that this story wouldn't work, not with so many years apart. Having said that, it seems to me that I have already met couples with a big age difference, and they didn't seem unhappy either. On the contrary, they looked like they were having a most exciting life. I wasn't as lucky as those people. Stephanie left me, she also left her studio soon after to live with her boyfriend, and I haven't heard from her since. Of course, I had to say goodbye to my job, I didn't have much of a choice. It's stupid, I liked this job. I particularly appreciated the friendly environment built over time between Louis and me. He was in tears in his eyes when we said goodbye at the end of my last day. It was difficult for me too; I was attached to him in a way. He was a good guy, a little rough at times, sure, but his heart was in the right place, and if there's anyone I miss about this business today, it's this man.

To come back to Stéphanie, this little woman caught my eye the first time I saw her. We had a great time before she met her young stallion. Then managed to sideline me. Following this famous evening during which we had to celebrate her birthday more or less worthily, and where she partly overheard my conversation on the phone with Mylène during which I explained the dream I had had the previous night to her , it all changed completely. She had thrown herself at me, with tears rolling down her cheeks. And I had found that reaction very cute, because I could tell she was angry with herself for trying to peek in through the door to what I was saying on the phone. We then stayed a little while like this, she hanging on my neck, me not knowing what to say and even less what to do. After at least an eternity, she looked up at me, and asked if I was having any problems. I had hesitated to answer her. I wasn't against her knowing what was bothering me at the time, but it also meant telling her about my past, and I had been very careful that she knew as little as possible, so far. Indeed, she knew that a part of my past had vanished because of an assault I suffered, but I had never gone so far as to tell her what I had learned from this forgotten past. I even kept the content of the nightmares I already had for myself, as they allowed me to unravel things.

This time around, I couldn't resist. Anyway, if I wanted to hope to build anything with her, I had to tell her what I was hiding, these concerns that gnawed at me, while Mylène and my mother had asked me many times to move on, and to think about evolving rather than looking at myself towards what was before. So that night, I invited Stephanie back to sit on her sofa, followed her there, and started unpacking everything I remembered from what I experienced. My assault went through. I even showed her the big scar I had left on my stomach. She was stunned. So much so that she ran her fingers over it carefully, end to end, before looking at me again and wondering if I could still feel anything in that area. I smiled at her before telling her that I no longer had any feeling where she was touching me. From there, I didn't really understand how the situation got out of hand. It was the start of a great little story between us, a story that spanned three years filled with various diverse events, mostly positive, but unfortunately also negative. She had my worst moments of insomnia, my nightmares that made me jump out of bed in the middle of the night, my startles to grab my phone to call Mylène and tell her these little bits of memories that kept coming back to me one by one. Stéphanie had also given me a few fits of jealousy after some of these calls, because she did not always realize that I give so many details to Mylène, even though she understood the usefulness of this friend for me, and my need to keep her informed of my findings.

"Shadow of Remembrance", by Bloodwitch Luz Oscuria

As I expected, the hotel is indeed run down. The staircase creaks so much, and there are so many steps that move when you put one foot on it, that I have thought many times that I would slip through before reaching my room. Lucky for me, I access it safely. But, while I thought it would be the last of my worries for tonight, my bedroom lock blocks the key. Here I am, good to come down and ask for a hand. The owner of the premises is still behind his counter, busy fighting with a pen which, it seems, is no longer working. It’s just as he sends it crashing angrily into the wall opposite that I introduce myself. I almost caught a shard of said pen in my eye.

But my interlocutor won't apologize, it doesn't sound like the house type. Come on, have a little courage, I will manage to tell him that I have a problem with my lock, and then I can finally lock myself in safety in this room which I absolutely cannot wait to explore. In the meantime, Mylène sent me on my phone the actual change in my return ticket, which I should have used tonight. She urged me not to go home today, so that I could take some time tomorrow morning to tour the area before getting back to my train for around 1 p.m. In short, a good idea, which I consider with interest after finally being able to enter my room after the owner intervened to open the door for me. I finally stretch out on my full length on the bed, the sheets of which aren't the cleanest. They even look grayer than white.

For dinner, I took advantage of a stopover in a supermarket before it closed to buy myself a ready-made salad. It’s not that bad, but it’s always taken. Also, I begin to open my backpack that I had placed next to me to check my emails from my mobile, and I collect the famous dish. It doesn’t taste very good, I much prefer it homemade, however I adapt. And then, it's only for a meal. Tomorrow noon, I will surely have lunch in a small bar.

Restaurant, it will be better. Once my dinner is over, I go to bed for the night, I can hardly sleep. There are no shutters on the window, and the area is particularly noisy. In addition, it is not hot because of the draft passing under the door. This is really not ideal. As I thought when I saw the owner of the place, this place is in his image. Cold, unpleasant, devoid of any comfort. And, to top it off, I have a feeling that the neighbors upstairs have forgotten that they are not alone here. And I witness with the greatest dismay their nocturnal frolics. I myself was in a relationship before my assault. Since then, I haven't had a chance to be close enough to a woman to have a chance to remember what it's like. If I can believe the noises I hear now, it must be nice. Even so, I would gladly do without. I decide to turn my back to the window through which the moon attacks me with its light, and try to fall asleep despite the little cries and creaks of the bed in the room above.

The next morning, it was still exclamations that woke me up, and I had the greatest difficulty in finding Morpheus. It’s barely 7 a.m., the day is already here, but I’m really sleepy. The voices are not the same as those I heard during the night. It seems that these dear neighbors upstairs have decided to spread their household scene to whoever will listen.

"Shadow of Remembrance", by Bloodwitch Luz Oscuria

- He’s waking up!

A woman's voice I can’t recognize. Whose is it? And… where am I? The light around me dazzled me as I opened my eyes. I think I can hear someone running away. I am not sure; I am unable to emerge.

I guess I can spot something that looks like a ceiling light above my head, like the ones you see in hospitals. It’s what blinds me. I look around with my freshly opened eyes.

I am lying in an unfamiliar bed. It’s a hospital bed with a crisp white sheet under which my body is hidden. I feel my toes moving on the other end of the bed. It's a good sign, I guess. I try to lift my right hand to my face. I can see my fingers after a few seconds, still too numb to move at a normal speed.

To my right is a small dresser on which is placed a red landline phone, whose handset is connected to its base with a knotted wire.

To my left is a huge beige wardrobe that prevents me from seeing what’s beyond; probably the door to this room in which I am alone. However, I did hear a voice. But it must’ve been the one who hurried out.

I hear bursts of words of someone approaching. Indeed, a few seconds later, two individuals meet in front of my bed. I do not see their faces correctly, I don’t know if they are men or women, my vision is still blurry from my too recent awakening.

- It is important not to rush him.

This voice belongs to a woman. I can guess that she is not very young from the tone of her speech. Fifty maybe. I imagine her small, and brunette, with hair probably held in a bun. She must be a nurse, she shouldn’t have hair loose on her shoulders, it is forbidden in these kinds of jobs. I’d have to be able to see her to get a better idea of ​​what she looks like.

- I came to warn you as soon as he started moving.

Another woman. This one’s younger. I think she’s rather tall and blonde, unlike her interlocutor. She must not be a nurse, as the tone in which she has just spoke easily suggests an unprecedented panic. Looks like she saw a ghost the moment she says that insignificant little phrase. Is it me, the ghost?

- Let him come to his senses. But remember, you'll have to take it slow.

The first woman has just spoken. Yes, she's old, I have no doubt now. Her voice is hoarse. She probably used to smoke for a number of years for her vocal cords to be so worn out. Too bad for a nurse. This is not really what a man envisions when he imagines the one who cares for him in his room, who stays at his bedside to give him care, or even more so affinities. Well, what? I'm a man, I know what I'm talking about.

My eyes finally allow me to distinguish the two women discussing in front of me. The nurse is indeed old, short and apparently brown. Her hair is very gray, and well and truly held in a bun. As for the other, she is indeed slender and blonde. She has very beautiful green eyes, hidden behind glasses with thin blue branches, large marbles that I can't wait to see more closely. She is pretty, she is indeed. Her hair is in a shade that reminds me of wheat falling elegantly over her shoulders. They are not very long. She has a bob haircut, I think, they look shorter at the back of her head.

- Julien, do you recognize me?

It’s the beautiful naiad that I have been eyeing for a few seconds who just addressed me like this. I'm supposed to know who she is. Not possible, I would still remember. I can't open my mouth. Curious.

- Can he talk?

The naiad suddenly looked worried. The nurse, to whom she asked this question, shrugged.

- You know, awakenings after such a long time are rare. Our means do not allow us to predict how it’s going to go for him.

"Haze of Oblivion", by Bloodwitch Luz Oscuria

The sun has barely risen when I woke up. I'm not surprised; I was expecting little sleep, considering my afternoon nap from yesterday. It’s Sunday. The end of a hectic week! And while I don't know what the next one will have in store for me, as far as good or bad ‘surprises’ are concerned, I can't wait for it to start. I feel like I've lost nearly everything. And I did; I have to accept the obvious.

After getting out of bed, I walk unsteadily towards the kitchen. I know I have some sandwich bread somewhere, and I could toast a few slices. With a little butter it would make a decent breakfast. Once again, I don't know what I'm going to do today. The coming hours may not be very productive, especially since it’s Sunday.

I managed to get my hands on the sandwich bread. It was well hidden, at the back of one of my cupboard drawers. The expiration date is very close, but not passed, so that will do. I place two slices in the toaster, and take the butter out of the fridge to put it on the table, before taking a knife from the drawer under the sink.

The toaster sends my slices back up. I take care not to burn myself while picking them up. Burning my fingers would be the last straw. The marks I have on my face since the day before yesterday are enough, so I don't want to add any more to them. Anyway, at least my nose hasn't started bleeding again.

I take a seat at the table. I miss my son. Usually, on Sundays, the two of us sit around this table and have breakfast together. I've been giving him the same thing every time since he stopped drinking from his baby bottle: a bowl of chocolate cereal soaked in milk, and a glass of orange juice. Except that there is no more orange juice in the fridge. It was part of what I was supposed to buy during my grocery shopping which was cut short on Monday. Fortunately my son is not with me. I wouldn't have wanted to have to explain to him why he couldn't have his glass of orange juice like he's used to. Just because I couldn't do my shopping.

The same grocery shopping that ended up with the murder of the cashier in the convenience store. God, when I think of the friends she must have had, my stomach turns. It wasn’t something that had crossed my mind until now. She’d have done better to stay where she was. I feel bad for this woman, once again. For her part, she doesn't have to think about this now.

I’m surprised that Agent Couton has told me that she’ll keep me up to speed on this matter soon. I'm not sure why, and I wonder what I’ve still got to do with all this. I'm only a witness, and I didn't actually see that much. Unless she's hiding details from me that I'm not supposed to know.

My ears are suddenly drawn to a noise from outside. I get up and walk towards the living room. At the window, I see a small bird sitting on the ledge, banging the glass with its beak. What can this mean? Good or bad news? I couldn’t say. I've never been able to interpret that sort of thing. So I don't know if I should worry, or if I don't have any reason to worry at all.

My son should’ve been here; he would’ve thought the scene was fantastic. He’s such as to marvel at every little nothing, and I’ve always found that very cute. Even when he was little and I was still taking him out in his baby stroller, he stared with disproportionate intensity at everything that came before his eyes. The slightest noise caught his attention. Oh! It caused me a few sleepless nights of course, because night is the time when the tiniest sound takes on another dimension.

Each time it happened, I’d go soundlessly into his room with my flashlight, and I’d tiptoe towards him in order to hug him, to give him a big warm hug and reassure him through sympathetic words. Each time, he started to cry as soon as he saw me approach, before finally bursting out laughing, with that childish and cute laugh that I always loved about him. Each time, I only returned to my room after I put him back to sleep in my arms and then put him in bed, with the anguish of waking him up and having to start over.

And each time, the next morning, he would wake up with a smile from ear to ear. From the moment he was able to speak, he often thanked me for intervening to put his fears to rest, including the most absurd ones. I think he was often aware that these reactions were a little silly. And even when he couldn't talk yet, he knew how to apologize in his own way, by means of his large, expressive eyes.

I miss those moments of complicity so terribly today. William has grown up, and I have to get used to this idea that nothing will ever be the same again. This is how time flies, and can’t be stopped. I also have to admit that there are times when he just doesn't want to see me, and prefers to stay with Claire. I have to accept that he can sometimes find her more reassuring than me. I'm not a perfect mother, far from it. I have flaws enough; I know I do.

I wonder how he’d interpret my absences when he is older. All those evenings when I won't come home at all. I know very well that I won’t lose this nasty habit that I have had for so many years now. I don't know how I’ll answer to the questions he is bound to ask me in a few years’ time. I think it would be better, rather than attempting to prepare some vague explanations, to just wait for the questions to come from him, and answer on the spot, in a natural way.

"Haze of Oblivion", by Bloodwitch Luz Oscuria

Julien wakes me up on this Wednesday that I can already picture as a sunny one, given the rays of sunshine which are already coming through the window. The day is breaking earlier and earlier now; spring is here. Summer is fast approaching, and with it the vacation awaiting me. I decided to go away for at least two weeks somewhere, anywhere far from the hubbubs of Paris. It’s always at the last moment that I decide where I’m going, the place being shaped up by my momentary caprice.

Like all those evenings when I don't go directly to pick up my son before returning home, it’s always because of some fleeting fancy. Even though Dr Tullier explains to me at length that I should plan these kinds of trips, rather than let myself go with the flow, and although I know he’s absolutely right, I never do. I just have to see him tonight after work.

Suddenly, I realize that Julien doesn’t seem to be in the room. I sit up in bed, and look around. No, he's not here. What time is it anyway? I retrieve the phone from my bag, which Julien took care to put right next to the bed. 7 am. I should be able to get to work by 8.00 am if I leave in half an hour. Especially as, this time, I don't have to drop William off at Claire's, since he's already there.

My clothes are all on a chair a few feet from the bed. I still look around, making sure I'm on my own, before deciding to get up and get dressed quickly. I don't remember taking my clothes off last night. Would Julien have done that while I was asleep? No, he wouldn't have dared. Still, I can't ask him because I don't know where he is.

I’m now up and dressed, ready to grab my bag and leave for work. I will call Julien back later today to thank him for being so welcoming the day before, and for taking care of me. I wish I could have waited for him, but I didn't want to be late. I haven't forgotten that the day before I didn’t get back to work all afternoon.

Trouble is, the door is locked. I’m a prisoner! How am I going to get out of here? Panic quickly takes hold of me, at a surprising speed, even if I'm supposed to be used to this sort of awkward situation. I hope Dr Tullier can give me some advice on how to deal with this. I have so much to tell him… and still have to be able to make it to my appointment! What if I can't get out of here?

Suddenly, I hear a key turn in the lock. Julien is surely coming back. It makes me want to go and hide somewhere, yet that's silly since there is no hiding place here, and I'm not going to hide under the bed, I would look ridiculous. So I remain standing, frozen, and can’t help but wait for the door to open, and my slayer to find me standing right in the middle of the room.

- Hey, you’re awake? I went to get some croissants.

He had gone to buy something for breakfast. I wasn't expecting that, so much that I couldn't think of anything to say and just stood there, with my mouth half open, facing him motionless. He starts to laugh. I imagine the expression on my face says it all. I really feel stupid. Fortunately, he doesn't leave me in this awkward situation for long, and invites me to sit down at the coffee table, which I do without hesitating. What a curious waking up…

- Did you sleep well?

I nod before taking the croissant which he gently hands me and biting into it. I'm so hungry. On the other hand, it’s impossible to remember what we did last night. I don’t dare to ask him, for fear of learning what may have happened. I was hoping I could make a friend of him. I'm afraid things have gone further than they should have.

We talk a little while we eat, and the time to leave arrives so fast. It’s already 7.20, and I have to be at work in 40 minutes. I apologize to Julien and quickly take my leave, explaining to him that I can't afford to be late this morning.

He asks me to call him back when I finish work this evening. I tell him I will, although deep down I'm not sure I want to. I’m a little taken aback by the fact that I can’t remember what happened during the night. And I blame myself for the probable slippage that must have taken place. I’m decidedly unable to control myself. Having said that, if he asks me to call him, it just means that he must like me. But this is not the kind of relationship I would have wanted. And I wish I hadn't forgotten the night I just spent, just to know what to expect.

Now I must hurry, because I’m almost late. The tube finally arrives at the platform. I get on, the doors closing in front of me before I sit down into one of the few free folding seats, the classic seats all being occupied by people who, like me, are commuting to work. I dread the moment when I’ll have to go to my employer's office to justify my absence for the whole afternoon of the day before. ‘Come on Cat’, I tell myself, ‘take a deep breath, you’re seeing Doctor Tullier tonight; it’s going to do you the greatest of goods.’

When the tube stops at the platform of the station where I have to get off, I rush outside. It's past 8, and I'm late. And what’s more, I'm not going to be able to stay in the office until 7.00 this evening to catch up on yesterday's work, because I have my appointment with Dr Tullier at that time. My boss knows that, so technically he won't bother me about it.

"Haze of Oblivion", by Bloodwitch Luz Oscuria

- Hands in the air!

My blood is circling around my body. That voice is so cold, so deep, so… So many things are jostling in my head at this moment. I think I'm aware of what's happening, and yet I wonder…

- I said hands in the air!

The voice was already not very calm when it first rang through my ears. Now fear takes hold of me. What surrounds me is real. I recognize the place, even if my eyes have now just closed. Because of the fear, no doubt.

- I'm going to shoot you!

- No!

I raise my hands. The gesture is so mechanical that I’m not sure I did it. Then, only silence surrounds me. I can't see anything. I can't hear anything. It seems to me that I'm in a convenience store.

- The cash register!

The sound of a cash register's drawer reaches my ears. The cashier lets out a little cry. Then I hear the mugger load his gun. He's going to shoot, that's for sure. Whoever he is, and whatever he wants, there’s going to be a victim.

My name is Catherine and I’m 35. I was grocery shopping so that I could fill both mine and my son William’s stomachs. He’s 5 and patiently waiting for me at Claire's, his nice nanny to whom I entrusted him this morning before leaving for work. She was the one who took him to school, like she did every day from Monday to Friday. And she was the one who picked him up after school, gave him a snack, played with him… She did all the things that any mom would love to do with her child. But then again, I have a job – and, I must add, a fairly good salary – in a loan company affiliated with a well-known bank. I’m rich and I live in a beautiful apartment in the heart of Paris, all mine. Sacrifices do pay off.

- Hurry!

The return to reality is so harsh that my eyes open again, and I finally see what they refused to show me before: a hooded man, dressed all in black, pointing his gun at the poor terrified cashier’s temple as she empties the cash register money into the bag he impatiently hands her.

I should run away, and quick. However, I find it impossible to move. I'm still with my hands in the air, and I don't even know why. My gaze remains fixed on this man, whom it would be perfectly impossible for anybody to describe. He looks slim, and he's willowy. From where I am, I can’t see anything else. Nothing would distinguish him from anybody else, if not for his accent when threatening the cashier. Looks like he's awkwardly trying to change his voice, inventing a tone that he never had. Perhaps for the purpose of not being recognized? This is probably what I would have done too, if…

But I’m not a criminal! I’m an honest mother! I have a well-paid job, I have a son whom I love infinitely, I have a fantastic nanny who takes care of him as if he was her own son, I have… So many things. And yet I have nothing.

My son's father? I don’t know where he is. This man disappeared from my life before William was born. This is what happens when you don't choose the right person to start a family with. And no, it doesn't only happen to other people. I've been there too. I too had to face my share of trials, joys and sorrows. In theory, it’s mainly the latter that we recall. The positive things… I'm not sure where they went. They’re completely buried in the depths of my memories. So far away that I can hardly remember anything. Everything appears so dim. Nothing is ever clear.

That’s why I’m being constantly checked. Every week, I have to go see Dr Tullier, for a good hour at each session. He’s a good man, who manages – I don't know how – to embrace the suffering of people without batting an eyelid, and who always has good advice.

- Wham!

Then silence. He shot. Everything went so fast that there was nobody left when I decided to look in the direction of the cash register. Where is he? And the cashier, where is she?

I feel paralyzed at this precise moment. I’m very afraid of what I will find out when I approach the cash register. Because I know very well what I'm going to see there. A pool of blood on the ground and the cashier bathing in it. So where did the bullet she just caught go?

My shopping cart will wait, my feet directing me to the crime scene without my being able to resist. And at the end of these few meters which keep me from what expressly obscures my thoughts, I see it. Exactly what I imagined a few seconds earlier. I feel like I've been through this before. But when? Under what circumstances exactly? It’s impossible for me to remember, these images suddenly appearing distant. Like most of my memories, to be honest.

Silence has taken over the premises. It seems to me that I’m alone. As if there was already nobody there by the time I made my triumphant entrance, with my shopping cart at the end of its life, with its wheels so worn out that they all squeak in chorus, one after the other. Now this loneliness bothers me. In any case, I think it bothers me. I don't know, it's a strange feeling that comes over me and I don't know how to interpret it.

The cashier doesn't move. She bathes in her pool of blood without flinching. I think she's not breathing. I don't really want to check. By the time I think about it, I can already hear the police siren. Someone must have called them. Which – theoretically – I should have done.

"La Niebla del olvido", de Bloodwitch Luz Oscuria

Apenas se ha hecho de día cuando me despierto. No me sorprende, esperaba dormir poco después de la siesta que hice el día anterior. Estamos a domingo. Es el fin de una semana oh cuan movida. Y aunque ignoro las sorpresas, buenas o malas, que la siguiente me depara, tengo ganas de que empiece. Tengo la sensación de haberlo perdido casi todo. Y es el caso, tengo que reconocer la evidencia.

Tras dejar la cama, me dirijo con un paso vacilante hacia la cocina. Sé que me quedan unas rebanadas de pan de molde en alguna parte, podría hacerme unas tostadas. Con un poco de mantequilla y tendría un desayuno pasable. Una vez más, ignoro qué voy a hacer hoy. Las horas que tengo por delante no parece que vayan a ser muy productivas. Y menos aún estando a domingo.

He conseguido echarle mano al pan de molde. Estaba bien escondido al fondo de un armario. La fecha de caducidad es de aquí poco, pero no está pasado, así que puede servirme. Pongo dos rebanadas en el tostador, y saco la mantequilla de la nevera para dejarla sobre la mesa, antes de coger un cuchillo del cajón de debajo de la fregadera.

El tostador me devuelve las rebanadas. Tengo cuidado de no quemarme al sacarlas. Sólo me faltaría que me carbonizase los dedos. Ya tengo bastante con las marcas que llevo en el rostro desde antes de ayer, no tengo ganas de hacer más estropicios. En todo caso, no me ha vuelto a sangrar la nariz.

Me siento a la mesa. Echo de menos a mi hijo. En principio, los domingos nos sentamos alrededor de esta mesa los dos, y tomamos el desayuno juntos. Le saco sistemáticamente lo mismo desde que dejó de tomar biberón: un bol de cereales de chocolate empapados en leche, y un vaso de zumo de naranja. Salvo que ya no queda zumo de naranja en la nevera. Eso formaba parte de lo que se suponía que iba a comprar cuando mi compra se vio interrumpida el lunes. Menos mal que mi hijo no está conmigo. No me habría gustado tener que explicarle por qué no habría tenido su vaso de zumo de naranja como lo lleva tomando desde que dejó el biberón. Sólo porque no he podido hacer la compra.

Recados que se vieron detenidos por el asesinato de la cajera en la tienda. Dios mío, cuando pienso en los amigos que seguramente tenía, se me cierra el estómago. Era algo que no se me había pasado por la mente hasta ahora. Más le habría valido haberse quedado donde estaba. Me siento otra vez mal por esa mujer. Por su parte, ella ya no debe de pensar en gran cosa a estas horas.

Me sorprende que la agente Couton me haya indicado que pronto me daría noticias sobre este caso. No sé muy bien por qué, me pregunto qué tengo que ver yo en todo esto. Sólo soy una testigo, y tampoco es que haya visto gran cosa. A menos que me oculte detalles de los que yo no esté al corriente.

De repente mis oídos captan un ruido que proviene del exterior. Me levanto y me dirijo al salón. En la ventana veo un pajarito en el poyete golpeando el cristal con su pico. ¿Qué puede significar esto? ¿Una buena o mala noticia? No lo sabría decir. Nunca he conseguido interpretar este tipo de cosas. No sé pues si tengo que preocuparme, o al contrario, si no tengo motivo para hacerlo.

Si mi hijo hubiera estado aquí, se habría montado una escena fantástica. Es propio de él maravillarse por todo y por nada, es algo que siempre me ha parecido mono. Incluso cuando era pequeñito y todavía lo sacaba en el cochecito de paseo, miraba con una intensidad desmesurada todo lo que pasaba ante sus ojos. Le atraía el más mínimo ruido. ¡Oh! Eso me ha ocasionado algunas noches en vela, por supuesto, ya que por la noche es el momento en que lo más diminuto toma otra dimensión.

Cada vez que esto ha ocurrido, he entrado con mucho cuidado en su habitación provista de mi modesta linterna, y me he dirigido hacia él de puntillas para rodearlo entre mis brazos, darle un gran abrazo y tranquilizarlo con unas palabras de sosiego. Y cada vez se ha puesto a llorar cuando veía que me acercaba, antes de echarse a reír finalmente, con esa risa tan infantil y tan mona que siempre me ha gustado en él. Y cada vez, he vuelto a mi cuarto únicamente después de haberlo dormido en mis brazos y dejado en su cama, con la angustia de que se despierte y tener que volver a empezar.

Y cada vez, a la mañana siguiente, se levantaba acompañado de una sonrisa de oreja a oreja. Desde que aprendió a hablar, casi siempre me ha dado las gracias por haber venido a calmar sus temores. Incluso los más absurdos. Creo que a menudo era consciente que esas reacciones eran algo tontas. Y hasta cuando todavía no podía comunicarse, sabía disculparse a su manera, por medio de unos grandes y expresivos ojos.

Hoy echo de menos esos momentos de complicidad. William ha crecido, tengo que hacerme a la idea que ya nada volverá a ser como antes. Es así, el tiempo pasa, no podemos detenerlo. Igualmente tengo que permitir que en ciertos momentos, simplemente no tenga ganas de verme, y que prefiera quedarse con Claire. Tengo que aceptar que a veces él pueda sentir que ella lo tranquiliza más que yo. No soy una madre perfecta, ni mucho menos. Tengo mis defectos, soy consciente de ello.

"La Niebla del olvido", de Bloodwitch Luz Oscuria

Finalmente, no me ha quedado otra que cerrar los ojos y dormirme. Cuando los vuelvo a abrir ya es de día. Estamos a viernes, ya llevo tres días sin ver a William, y apenas 24 horas desde que me han echado del trabajo. Tengo las muñecas adoloridas por las esposas que Julien me ha puesto la noche anterior, y me duele la cabeza por el fuerte golpe que me asestó por detrás.

No está aquí. Otra vez. No obstante, hoy las cosas son diferentes, no estoy segura de que vaya a llegar con croissants. Lo decepcioné y lo puse furioso al mismo tiempo por lo que le mostré, dije, y por lo que supo por el dueño del bar ayer al mediodía.

No tengo ni idea de qué hora puede ser, la posición del sol no me da ningún indicio, y no hay ningún despertador en la mesita de noche al lado de la cama. Lo que me faltaba. Soy incapaz de levantarme, y las esposas están tan apretadas que no conseguiría nunca escurrir las muñecas para liberarme. No me queda más que esperar a que Julien se digne a aparecer.

Lo cual no tardará mucho en hacer, ya que oigo la llave girar en la cerradura, y veo que por fin abre la puerta. Tiene aspecto de cansado, se diría que no ha dormido en toda la noche y que justo vuelve de dar una vuelta movidita. Siento que me evita la mirada, se fuerza a no tener que girar la cabeza hacia mí. Estoy incómoda.

Decido interpelarlo. Suave, para no asustarlo. Pero él hace como si nada, y tras dejar la llave en la bandejita que hay sobre la cómoda al lado de la puerta, se dirige hacia el baño. ¿Y si se volvía a ir como si nada? No, no me va a dejar otra vez sola, sin desatarme, sin preguntarme cómo estoy, sin pensar alimentarme. Es impensable, no me dejará. Llevo más de un día sin comer. Tengo un hambre tan intensa que se me retuerce el estómago en todos los sentidos. Hace un ruido infernal, tanto es así que no oigo nada más. Si mi hijo me viese así, se reiría a pleno pulmón, estoy segura. Me gustaría tanto oír su risa en este momento. Creo que nunca lo he echado tanto de menos en toda mi vida.

Julien sale del cuarto de baño, otra vez sin dirigirme la mínima mirada. ¿Se ha olvidado de mí? No, no puede, sabe que estoy aquí, finge aposta estar solo. Dudo si decirle algo. Me lo tomaría realmente mal si volviera a ignorar mi segunda llamada. No puedo quedarme más así, tengo demasiada hambre, demasiado daño en las muñecas, y estoy realmente harta.

—Julien, por favor, escúchame.

Para de gesticular, pero todavía sigue sin mirar en mi dirección, a pesar de lo suave que le he hecho mi petición. Parece que espera a que diga mi próxima frase.

—Julien, escúchame. Estoy tranquila, ¿me oyes? Tengo muchísima hambre, y estas muñecas que me has puesto me hacen mucho daño. ¿Podemos hablar? Haré lo que quieras.

Por fin se digna a mirarme. La esperanza a que me suelte toma lugar en mi mente. Aunque por poco tiempo. Cuando decide abrir la boca, no es con el objetivo de tranquilizarme, de decirme que todo va a ir bien, que las cosas se van a arreglar. No, cuando decide abrir la boca es más bien para darme a entender cuán decepcionado y furioso está conmigo.

Me aclara que no me dejará morir de hambre, pero que no puede desatarme. Que le doy miedo.

—¡Quería decírtelo! ¡Quería explicártelo todo! Te juro que es verdad, ¿por qué no me crees?

Me corta la palabra para decirme que no he hecho más que evitarlo, que ya no le inspiro la confianza que me tenía desde que nos conocimos, que no sabe qué va a decidir hacer conmigo, que le gustaría que saliese de su vida, y sin embargo, que algo le impide olvidarme.

—¿Y qué?

Se me pasan por la mente varias hipótesis con su última frase. ¿Puede que esté tan unido a mí que sea capaz de hacerme desaparecer de su vida? ¿O hay algo más que no quiere que yo sepa? No responderá a mi pregunta, en su lugar prefiere suspirar largamente y dejarme con la expectativa.

—No sé qué voy a hacer contigo, Catherine.

—Déjame con vida, Julien, es todo lo que te pido.

Al oír estas palabras me mira con sorpresa. No se esperaba que le dijera algo así. ¿Por qué lo he dicho? ¿Por qué tendría miedo a que me hiciese daño? Mi mente divaga, otra vez. Me sigue mirando, todavía desconcertado por lo que acabo de decirle, y no dice ni una palabra. Me gustaría esconderme en algún sitio.

—Julien, necesito ver a mi hijo. Por favor.

Al oír ahora estas palabras, dichas con un tono que permite adivinar una necesidad sincera, acepta acercarse otra vez a mí. Se sienta en el borde de la cama y suspira hondo antes de responderme.

—Muy bien. Te prometí que iba a acompañarte a verlo. Así que te voy a soltar, si me juras que conservarás la calma. Si no, no dudaré en dejarte inconsciente de nuevo. ¿Vale? No me obligues, sería una pena tener que hacerlo.

Asiento con la cabeza, sin decir una palabra. Entonces se saca del bolsillo de los tejanos una llavecita. Es la de las esposas que me aprietan las muñecas contra los barrotes de la cama. Acerca las manos a una de las mías y oigo el clic que señala la liberación de mi brazo izquierdo. Espero pacientemente a que sea el turno de mi brazo derecho, luego me enderezo en la cama, lentamente para no asustarlo o ponerlo nervioso. Ahora mismo no sé en qué estará pensando, y prefiero no saberlo.

"La Niebla del olvido", de Bloodwitch Luz Oscuria

—¡Manos arriba!

La sangre me empieza a hervir por dentro del cuerpo. Esa voz tan fría, tan grave, tan… Tantas cosas se me arremolinan en la cabeza en este momento. Creo que soy consciente de lo que pasa, sin embargo me pregunto…

—¡He dicho que manos arriba!

La voz ya no era tan tranquila como la primera vez que sonó. Ahora el miedo se apodera de mí. Lo que me rodea es real, reconozco el lugar, pero se me acaban cerrando los ojos. Es por miedo, seguramente.

—¡Voy a disparar!

—¡No!

Levanto las manos. El gesto es tan mecánico que no estoy segura de haberlo hecho por mí misma. El silencio me rodea. No veo nada, no oigo ya nada. Me parece como estar en una tienda.

—¡La caja!

Llega a mis oídos un ruido de un cajón. A la cajera se le escapa un débil grito. Luego oigo al agresor que carga su arma. Va a disparar, seguro. Da igual quien fuera o lo que quisiera, va a haber una víctima.

Me llamo Catherine, tengo 35 años. Estoy haciendo la compra para poder llenar el estómago, pero también para alimentar a mi hijo, William. Tiene 5 años, y me espera pacientemente en casa de Claire, su amable niñera, a quien se lo he confiado esta mañana antes de irme al trabajo. Es ella quien lo ha llevado a la escuela, como todos los días de lunes a viernes. Es ella quien lo ha recogido después de la escuela, le ha dado la merienda, ha jugado con él… Lo que a cualquier mamá le gustaría mucho hacer en compañía de su hijo. Pero resulta que tengo un cargo, bastante bien pagado, todo hay que decirlo, en una compañía de préstamos en un banco muy conocido. Soy rica, vivo en un buen apartamento en pleno corazón de París, que además es mío propio. Los sacrificios tienen un precio.

—¡Date prisa!

La vuelta a la realidad es tan brusca que se me abren los ojos. Y por fin veo lo que estos no querían mostrarme. Un hombre encapuchado, vestido todo de negro, apuntando en la sien a la pobre cajera, aterrorizada, mientras esta vacía la caja en la bolsa que él le acerca, impaciente.

Yo debería huir. Y rápido. Sin embargo, no puedo moverme. Todavía estoy con las manos en el aire, y no sé ni siquiera por qué. Mi mirada se queda fija en ese hombre, de quien sería imposible, fuera quien fuese, dar el mínimo detalle para una descripción. Parece delgado, y es esbelto. Desde donde yo me encuentro, no puedo ver a nadie más. No se distinguiría de cualquier otra persona, si no fuera por su acento cuando amenaza a la cajera. Parecería que intenta camuflar torpemente la voz, inventarse un tono que no le es propio. ¿Quizá con el objetivo de que no lo reconozcan? Es seguramente lo que yo habría hecho, si…

¡Pero yo no soy ninguna criminal! Soy una honrada madre de familia. Tengo un trabajo, bien pagado además, tengo un hijo a quien amo infinitamente, tengo una niñera que vale su peso en oro que se ocupa de él como si fuese su propio hijo, tengo… tantas cosas. Y nada a la vez.

¿El padre de mi hijo? No lo sé. Ese hombre desapareció de mi vida antes de que William viniera al mundo. Es lo que pasa cuando no se escoge a la persona apropiada para formar una familia. Y no, no es algo que sólo les pase a los demás, yo también he tenido que pasar por eso. A mí también me ha tocado vivir un sinfín de pruebas, de penas y de alegrías. Pero sobre todo son las primeras lo que más se retiene. Lo bueno es que no sé muy bien a dónde se fue. Es algo totalmente enterrado en las profundidades de mis recuerdos. Es tan lejano que prácticamente no me acuerdo de nada. Todo está borroso, no hay nada claro.

Es por esa razón por la que estoy en seguimiento. Cada semana tengo que ir a la consulta del doctor Tullier durante una hora larga. Es un hombre bárbaro, consigue, yo no sé cómo, comprender el sufrimiento de la gente sin pestañear, y quien sabe dar siempre buenos consejos.

¡Bum!

Luego, silencio. Ha disparado. Todo ha ido tan deprisa que ya no hay nadie cuando decido mirar hacia la caja. ¿Dónde está? ¿Y ella, la cajera, dónde está ella?

Estoy paralizada en este preciso instante. Tengo mucho miedo de lo que me voy a encontrar al acercarme a la caja. Porque sé muy bien lo que voy a ver. Un charco de sangre en el suelo. Y la cajera va a estar en él. ¿Dónde iba a estar la bala que acababa de recibir?

Mi carrito puede esperar, mis pies se dirigen hacia la escena del crimen sin que pueda resistirme. Y al final de esos pocos metros que me separan de lo que me obnubila los pensamientos, lo veo. Exactamente lo que me imaginaba unos segundos antes. Tengo la impresión de haber vivido ya esto. ¿Pero cuándo? ¿Y en qué circunstancias exactamente? No consigo recordarlo, esas imágenes me parecen de repente tan lejanas. Como la mayoría, para ser honesta.

El silencio se vuelve a hacer amo del lugar. Me parece que estoy sola. No había ya nadie cuando hice mi entrada triunfal, con mi carrito en sus últimas con esas ruedas tan desgastadas que chirrían a coro unas tras otras. Ahora, esa soledad me molesta. Bueno, creo que me molesta. No lo sé, es una sensación extraña que se adueña de mí e ignoro cómo interpretarla.

"Les Souvenirs oubliés", de Bloodwitch Luz Oscuria

« Je m’appelle Catherine. J’ai 35 ans, un appartement à Paris qui m’appartient, et un travail bien payé. J’ai aussi un fils de 5 ans, William, et une nounou en or, Claire. J’ai tout pour être heureuse. Et pourtant… »
Suivie par un psychologue, elle tente d’avoir une vie normale au milieu des moments où elle perd pied entre alcool, débauche et trous noirs. Témoin privilégié d’un meurtre dans la supérette où elle a ses habitudes, sa petite vie déjà pas si tranquille va basculer, en seulement une semaine.

« Je m’appelle Julien. J’ai 31 ans et nous sommes en 2014. Du moins, c’est ce qu’on vient de m’expliquer. Je viens de reprendre connaissance à l’hôpital, en soins intensifs. Je ne me souviens de rien, pas même de ma propre vie avant ça. »
Personne ne sait ce qui s’est passé, sauf lui, quelque part enfoui tout au fond de sa mémoire. Il va se rappeler progressivement les faits. Dispute. Insultes. Violence conjugale. Puis Catherine, disparue de la circulation après l’agression qu’elle a perpétrée sur lui et qui a failli le tuer. L’ombre de ses souvenirs ressurgira, quoi que cela lui en coûte.

"L'Ombre du souvenir", de Bloodwitch Luz Oscuria

Cette nuit-là, je m’étais couché à la fois heureux d’avoir passé une excellente soirée, et attristé qu’elle ne soit pas restée avec moi. Je me demande encore aujourd’hui, alors que cela fait déjà plusieurs mois, ce qui serait arrivé si j’avais pu l’inviter chez moi, si elle avait accepté d’entrer, si elle avait donné son accord pour passer la nuit avec moi. Comment se serait déroulée cette nuit ? Aurait-elle été satisfaite ? Etait-ce ce qu’elle aurait voulu, quand elle m’a proposé de l’accompagner à ce feu d’artifice ? Je ne le saurai sans doute jamais, car je n’ai pas osé lui dire ce que je voulais.

Le lendemain de cette soirée-là, elle m’avait dit bonjour comme d’habitude, comme s’il ne s’était rien passé. Je dois reconnaître qu’en effet, il ne s’était rien passé de plus qu’une simple veillée entre amis, à profiter d’un simple feu d’artifice puis d’une simple bière dans un café bondé. Tellement bondé que nous avions à peine pu nous parler, car nous ne nous entendions pas. Nous avions alors passé notre temps à nous regarder l’un l’autre, sans rien dire. Les rares fois où nous avions échangé un mot, ce fut pour se décider à reprendre un verre. Puis pour se décider à rentrer chez nous. C’était à la fois hilarant et triste.

J’apprécie de moins en moins la solitude de mon appartement, quand j’y reviens le midi et surtout, quand j’y reviens le soir. Avant, à Saint-Germain, j’avais régulièrement Mylène au téléphone le soir, ce qui me permettait de passer des soirées agréables. A présent, je n’ose plus essayer de l’appeler, j’ai compris qu’elle ne souhaite plus du tout me parler, il ne me sert à rien d’insister. Elle saura où me trouver le jour où elle aura besoin de moi. Si tant est qu’elle en ressente le besoin un jour, car c’était toujours moi qui avais besoin d’elle que l’inverse.

Demain, nous serons lundi. Une nouvelle semaine va débuter, sans doute aussi joyeusement que les précédentes. Mais pour l’instant, il faut que je dorme un peu. Je dors mal ces temps-ci, car je me réveille très régulièrement. Cette femme aux longs cheveux châtains que j’ai déjà vue auparavant dans mes songes, je l’aperçois souvent dans mes rêves en ce moment. Il y a quelques nuits, j’ai pu découvrir son visage pour la première fois, très nettement en plus. Celui-ci était alors très dur, du fait de la colère qu’elle ressentait alors. Ses yeux noisette étaient perçants, ses traits fins. C’est une jolie jeune femme, du même âge que moi à priori.

"L'Ombre du souvenir", de Bloodwitch Luz Oscuria

Oui, j’aimerais savoir ce que ça fait d’avoir une femme auprès de soi. Pouvoir me rappeler ce que j’ai pu vivre avec cette Catherine dont on m’a parlé à l’hôpital. Et surtout, être au fait de comment elle est, physiquement, mentalement. Pour l’heure, je ne peux en savoir plus, je suis beaucoup trop loin de Paris pour espérer en retrouver une trace. Et mon déménagement qui se profile ici, à Toulouse, m’y aidera encore moins.

Pour le moment, il va falloir que j’occupe ma matinée, et que je repère un endroit pour manger ce midi. Je décide de faire comme la veille, aller où mes pieds accepteront de m’emmener, sans me poser de questions quant à ma destination. Pourvu que je ne m’éloigne pas trop de la gare. Cela dit, j’ai du temps à tuer devant moi, et j’en profite du coup pour découvrir les enseignes du coin. Cette ville paraît agréable à vivre, les gens sont plutôt avenants en général. Si, bien sûr, j’oublie ma mésaventure à l’hôtel. Un vrai mauvais choix que j’ai fait là, hier soir. Je me doutais que je le regretterais, mais je n’avais pas le cœur à chercher encore un lieu pour passer la nuit.

Je m’arrête dans une boulangerie afin d’acheter un croissant. Je ne prendrai pas de café ce matin, je crains que ça ne me mette davantage encore sur les nerfs que je ne le suis déjà, à cause de la désastreuse nuit que je viens de passer. La boulangère est particulièrement souriante par ailleurs, ce qui est appréciable pour moi qui découvre les gens d’ici.

Le reste de la matinée, je l’occupe à traverser les petites rues et les immenses avenues, ouvrant grand les yeux pour ne pas perdre une miette du spectacle qui s’offre à moi. Toulouse n’est pas une ville fondamentalement différente de Paris, seuls les gens paraissent autrement à mes yeux.

Quand arrive enfin l’heure du déjeuner, je me rapproche de la gare, que j’ai su repérer à force de me promener. Je décide de manger un truc sur le pouce au sein même de l’endroit, afin d’être certain de ne pas rater mon train. Mylène a vraiment été adorable de penser à mon besoin de m’imprégner des lieux. Elle a dû se souvenir de ma réaction quand elle m’a fait visiter mon studio à Saint-Germain. Il m’a fallu un temps d’adaptation avant que je ne lui dise que j’y serai bien. Selon ce qu’elle m’en a dit, j’avais été fidèle à la façon d’être que j’avais avant mon agression.

Ce soir, en rentrant chez moi, je serai dans l’obligation de rassembler le maximum de mes affaires. Mylène a prévu de passer me prendre dès demain matin pour que nous n’arrivions pas trop tard à Toulouse le soir. Ca va être une sacrée épopée, d’autant plus qu’il me faudra ensuite partir à la recherche d’un nouveau logement. Mais je suis heureux d’avoir l’opportunité de travailler dès lundi. Voilà des mois que je m’efforçais désespérément à trouver quelqu’un qui accepterait de me donner ma chance, et je l’ai enfin déniché en la personne de Stéphanie.