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El Novae Terrae 1 - tercer fragmento

"El Novae Terrae 1", de Bloodwitch Luz Oscuria
"El Novae Terrae 1", de Bloodwitch Luz Oscuria

Este es el tercer fragmento de mi novela, "El Novae Terrae 1: La Guerra de la Sangre", en su versión traducida por Xavier Méndez.

Tomasz se encontró con Eleonor por segunda vez unas tres semanas atrás. Tras aquella última visita en su casa, en aquel castillo tan sorprendente no muy lejos de donde él vivía, no había vuelto a leer la carta que le había traído el mensajero. Igualmente se olvidó del sueño que tuvo poco antes de su primer encuentro con ella, en el cual vio un códice que no le era desconocido. Después de aquello, continuó con su sencilla vida como si nada. ¿Qué otra cosa podía hacer, si no sabía qué era aquel “Novae Terrae” que Eleonor le ordenó que le llevase?

No perdió el tiempo en buscarlo, pues no sabía ni de qué se trataba. Eleonor pensaba que él estaba al corriente, pero no era el caso, ni siquiera había oído hablar de él. Tomasz finalmente decidió hacer caso omiso de aquella exigencia una vez estuvo en su casa, a riesgo de pagar el precio, a pesar del riesgo que ello comportaba. Se preguntó, en los momentos que siguieron tras sus encuentros con Eleonor, qué medios tendría Eleonor para hacérselo pagar, en el caso en que no volviera a ella con lo que le había pedido. Pero no se preocupó más.

Esa mañana, mientras el sol todavía no se había dignado a salir, Roger llegó como siempre ante la verja de Tomasz y apretó el botón del interfono. Y Tomasz, como siempre también, le respondió con su alegría natural. Salieron los dos con el camión de recogida para una mañana de trabajo como las otras, que acabaría como todos los días sobre el mediodía. Ese día, de vuelta a casa, satisfecho por el trabajo bien hecho junto a su compañero, Tomasz tuvo hambre. Se puso a rebuscar en los armarios para encontrar algo con que llenarse el estómago.

Y mientras se preparaba el desayuno, alguien llamó al interfono. Sorprendido, ya que no esperaba visita, descolgó preguntándose quién podría venir a molestarlo en ese momento. Le vino el pensamiento que podía tratarse del emisario de Eleonor cuando oyó una voz masculina que le respondía. No por haber decidido ignorar la petición de aquella curiosa mujer no temía las consecuencias de su negativa a obedecer sus órdenes. Pero el hombre que le contestó no era el mensajero de Eleonor. No conocía aquella voz que le resonaba de repente en su oído.

—¿Sois Tomasz Wlidúcius? —preguntó la voz.

—Así es, ¿quién lo pregunta? —dijo Tomasz.

—Venid hasta mí, señor Wlidúcius, he de hablar con vos.

Tomasz se quedó sorprendido del tono empleado por aquel desconocido, que se parecía y mucho al del mensajero de Eleonor. ¿Podía tratarse de otro de sus sirvientes? Al no saber si corría peligro yendo a ver a aquella persona o no, decidió primero mirar por la ventana, por la que podía ver su portal, para examinar la apariencia de quien reclamaba encontrarse con él. Pero al igual que el mensajero de Eleonor, se ocultaba bajo una especie de larga toga, como un monje, con una gran capucha sobre la cabeza, de tal manera que Tomasz no pudo entrever nada.

En un primer momento, decidió no bajar las escaleras y quedarse encerrado en casa. Sin embargo, el curioso personaje no se daba por vencido, y apretó de nuevo el botón del interfono. Tomasz echó un vistazo al aparato, pero no respondió. El desconocido insistía una y otra vez, hasta que Tomasz, harto, acabó descolgando de mala gana.


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